EL

MAESTRANTE

NOVELA

POR

D. ARMANDO PALACIO VALDÉS

MADRID
TIPOGRAFIA DE LOS HIJOS DE M. G. HERNÁNDEZ
IMPRESOR DE LA REAL CASA
Libertad, 16 duplicado.
1893


ÍNDICE

I—La casa del maestrante
II—El hallazgo
III—La cita
IV—Historia de aquellos amores
V—Las bromas de Paco Gómez
VI—Las señoritas de Meré
VII—El aumento del contingente
VIII—El vino de Fernanda
IX—La mascarada
X—Cinco años después
XI—La cólera de Amalia
XII—La justicia del barón
XIII—El martirio
XIV—La capitulación
XV—Josefina duerme

I

La casa del maestrante.

A las diez de la noche eran, en toda ocasión,contadísimas las personas quetransitaban por las calles de la nobleciudad de Lancia. En las entrañas mismas delinvierno, como ahora, y soplando un viento delnoroeste recio y empapado de lluvia, con dificultadse tropezaba alma viviente. No quiere estodecir que todos se hubiesen entregado al sueño.Lancia, como capital de provincia, aunque node las más importantes, es población donde yaen 185... se había aprendido a trasnochar. Perola gente se metía desde primera hora en algunastertulias y sólo salía de ellas a las once para cenary acostarse. A esta hora, pues, solían tropezarsealgunos grupos resonantes que caminabana toda prisa resguardados por los paraguas;las señoras rebujadas en sendos capuchonesde lana, alzando las enaguas con la manoque les quedaba libre; los caballeros envueltosen sus pañosas o montecristos, los pantalonesenérgicamente arremangados, rompiendo el silenciode la noche con el áspero traqueteo de lasalmadreñas. Porque en aquella época eran muypocos todavía los que desdeñaban este calzadopatriótico y confortable. Tal cual pollastre quepor haber estado en Valladolid estudiando medicinase creía por encima de estas ruindades y algunaque otra damisela melindrosa que afectabael no saber andar con ellas.

De coches no había que hablar, pues sólo existíantres en la población, el de Quiñones, el dela condesa de Onís y el de Estrada-Rosa. Esteúltimo era el único que no alcanzaba el mediosiglo de antigüedad. Cuando cualquiera de lastres carrozas salía a la calle, rodeábala un enjambrede chiquillos y seguíanla buen trecho en testimoniode incondicional entusiasmo. Los vecinosen lo interior de sus moradas distinguían,

...

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